Videojuegos y Navidad van de la mano; cuando tus regalos navideños consisten en juegos de video es normal que la mañana de Navidad consista en jugarlos (aunque también jugamos los que teníamos pendientes durante Nochebuena). Estos son algunos de los momentos inolvidables de los videojuegos durante el 24 y 25 de diciembre.
Estrenando Super Nintendo
En la Navidad de 1992 recibí mi Super Nintendo, regalo que se mantiene como el mejor que he recibido en mis navidades. Tras abrirlo era lógico que lo primero que pensé fuera conectarlo a la tv más grande que tuviera. Después pelear un rato con el cable RF (pues mi tv era viejita) logré conectarlo y disfrutar, por primera vez en mi vida, de los 16 bit.
Como era lógico jugué Mario World (¿qué más?) y me maravillé con gráficos nunca antes vistos para mí. Conociendo el mundo de Mario, el cual era muy diferente de los anteriores, repleto de dinosaurios, con nuevas habilidades como un extraño salto diferente (girando), nuevos poderes (que extrañamente eran menos que en Mario Bros 3) y muchísimos secretos por encontrar.
Pasé toda la mañana del 25 jugando Mario World y disfrutando de los 16 bits, pensando que finalmente habíamos llegado a la cúspide de los videojuegos. ¿Y los demás regalos? Que se pudran, it´s Super Nintendo Time.
Dominando Street Fighter II
Junto con mi Super Nintendo recibí el juego del que todos hablaban en aquellos años, un juego que alguna vez traté de jugar previamente en arcadias y donde fui vapuleado casi como en la secu. Era Street Fighter II, el juego del momento, el que todos debían tener y claro, lo tuve esa misma Navidad.
Cuando me platicaban de Street Fighter II yo me imaginaba algo tipo Double Dragon en que unos peleadores avanzaban hacia la derecha y golpeaban gente en las calles (el juego después de todo es STREET Fighter… peleas CALLEJERAS), claro que cuando lo puse y vi un monstruo (Blanka), un luchador de sumo y un montón de personajes que no parecían gente normal, aunado a que peleaban en lugares que poco tenían que ver con calles (un templo shaolin, un aparcadero de yates, unos baños públicos… WTF?) realmente quedé con cara de compungido cuando vi el juego.
Más aún, el sistema de juego no era lo que esperaba, ¿combates 1 a 1? Mi primera impresión no fue tan buena y de hecho dediqué más tiempo a Mario World.
Sin embargo era el juego del momento, algo bueno debía de tener. Jugué algún rato y llegué hasta Vega, a quien no pude vencer por más que traté. No me salía el shoryuken, no conocía muchos movimientos especiales y, de hecho, el usar comandos de control para hacer poderes era algo nuevo para mí. Sin embargo ese juego cimentaría mi amor por los juegos de pelea y, con el tiempo, me habría de volver bastante bueno.
Decepcionándome con Art of Fighting
Aún no me convertía en lector de Club Nintendo pero por alguna razón compré el año 2, número 8, revista con la portada de Mario All Stars y que trataba del CES de verano de 1993. Esa revista (única que compré de CN ese año, tiempo después las conseguiría todas) se convertiría en mi catálogo de juegos que deseaba para Navidad. De entre tantos títulos seleccioné uno… Art of Fighting… por alguna razón.
Lo admito, la razón fue que era un juego de peleas que parecía bastante competente en comparación con Street Fighter 2 y la foto de Robert haciendo su patada voladora con poder fue la primera razón de compra (única foto que CN publicó del juego). Recibí AoF en la Navidad de 1993 y claro que fue lo primero que me puse a jugar y… y…
Era raro, diferente, más lento, más… torpe. Me gustaban los poderes más impresionantes que en Street Fighter II (como el Hao Ken que llenaba toda la pantalla) pero no pude evitar sentirme defraudado, el juego no era malo pero sí era mediocre; cuando ese es tu único regalo de Navidad (que no sea ropa), terminas triste, sin duda.
Terminando Borderlands y The 40 Day
No todo es recibir juegos nuevos en Navidad, a veces se han dado casos en que logro terminar juegos pendientes en ese día. Un 24 de diciembre de hace algunos años (no recuerdo cual año), tuve toda la tarde para jugar pues decidí no ayudar en casa. Hablé con mi amigo Luis y decidimos jugar un rato de Borderlands y Army of Two The 40 Day, títulos que teníamos pendientes; me calenté un ponche y me dispuse a jugar en línea mientras el suave olor de la comida navideña inundaba mi casa.
Empezamos con Borderlands, completamos algunas misiones y llegamos hasta una escena de nieve en la que aparecieron enemigos voladores, una especie de EVAs de Evangelion. No fue difícil (el juego era bastante sencillo) y tras derrotar un jefe nos sorprendimos viendo los créditos… No quedé muy sorprendido.
The 40 Day fue diferente. Al tener aún tiempo para matar decidimos mejor matar personas virtuales en un juego de guerra y ese era el que teníamos. Lo habíamos dejado pendiente debido a que era terriblemente difícil y frustrante (habíamos decidido ponerlo en hard). Avanzábamos sólo para toparnos con enemigos que nos esperaban en zonas donde estábamos muy a descubierto. Le gritaba a Luis que se cubriera pero, en vez de eso, se levantaba y trataba de matarlos… ¡con la pistola! (decía que así se sentía Jack Bauer). Claro que lo mataban una y otra vez.
Lo que era peor es que el juego fue construido de forma un tanto extraña, debías comprar tus armas y mejoras ya dentro de la escena y no se grababa sino hasta el checkpoint, eso hacía que empezáramos siempre igual, comprando armas, para avanzar y ser aniquilados antes del checkpoint, teniendo que volver a hacer todo de nuevo. Duramos así meses.
Pero era Navidad, tiempo de milagros. Estando yo ebrio por un ponche sin alcohol (Luis simplemente ebrio… como un día normal para él) decidí que íbamos a lograrlo, que siguiera mis instrucciones al pie de la letra.
Avanzamos lentamente, cubriéndonos. “Usa un rifle de asalto” le dije. Llegamos a donde sabíamos nos estaban esperando, conocíamos las ubicaciones de tanto que nos habían matado. “Tómate tu tiempo para regenerarte”. Disparamos con fuego controlado, asegurando los objetivos, cuidando que no nos mataran, coordinando nuestros movimientos para no alejarnos mucho el uno del otro y así poder revivirnos. Avanzamos la escena y continuamos.
Siguiendo este ritmo tan metódico llegamos a la escena final, compuesta por unas escaleras y unas gradas a cada lado. El enemigo era un sujeto blindado a quien había que destruirle las cajas de municiones cuando éste se diera vuelta. Fue difícil, muy tardado y mi mamá gritaba “YA VEN A AYUDAR”. Las cosas no estaban de nuestro lado.
Pero era la escena final de un juego que nos había pateado el trasero todo el año, no podíamos dejarla así nada más, no el 24 de diciembre, Santa jamás nos lo perdonaría. Usando todas las habilidades de más de 20 años jugando videojuegos pusimos nuestra atención a lo que importaba, a la escena, cerrando nuestros sentidos a cualquier influencia externa, llámese una madre diciéndote ingrato o a tus tías diciendo que cómo no has madurado aún. Estábamos “en la zona”, midiendo cada movimiento. Uno servía de carnada para que el blindado se diera vuelta mientras que el otro (normalmente yo, pues tengo mejor puntería), le disparaba a su punto débil. ¡Y las balas se nos acabaron sin vencerlo! Debíamos salir de nuestro escondite, buscar las balas de los enemigos caídos al tiempo que evitábamos que el blindado nos disparase.
Fue difícil, nos quedábamos quietos a ratos mientras una gatling gun destrozaba nuestra cobertura (menos mal que no usaba Frostbite Engine o estaríamos muertos), finalmente dije: “¡Tenemos que hacer algo pronto, mi mamá no deja de fregar, me va a apagar la tele!” Con esa advertencia no nos quedaba más remedio que movilizarnos.
Lentamente, con la cabeza baja, recolectamos todas las balas que estaban a nuestro alcance, procurando no alejarnos demasiado uno del otro, si uno caía habríamos de volver a empezar la escena, perdiendo mucho tiempo y quizá siendo más regañados. Fuimos precisos y regresamos ya bien armados al punto donde nos gustaba ocultarnos. Repetimos el proceso varias veces.
Logramos vencerlo y terminar el juego. Uno que durante todo el año nos había frustrado y decepcionado, que había recibido malas críticas. Fue muy divertido meterse tanto en el combate, enfocarnos. De algún modo este juego, tan mediocre, nos había brindado más diversión que el multi-galardonado Borderlands. Así terminar ambos juegos ese mismo 24 de diciembre se convirtió en uno de mis recuerdos más preciados.
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