La maldad como inspiración para Belial

¡No otra vez! Seguro estás dándote topes porque Nerdcast nuevamente se convierte en centro de promoción para otro de mis libros, ¡pero oye! Me tomó buen rato escribirla y quiero que la gente lo sepa.

Belial es mi verdadera segunda novela, digo verdadera pues El Programa GAMER era una novela que más adelante dividí en tres, con capítulos extra, sin embargo su ampliación no representó una segunda historia sino una simple expansión de la que ya tenía; por eso es que considero que Belial es la segunda y no la cuarta novela que escribo.

Si ya leíste mi anterior artículo (o mejor aún, la novela) sabrás que Belial es una historia sobre crimen, ambientada en la Rusia soviética, inmersa en una ola de violencia, tanto legal como ilegal. Belial no es una novela histórica, no refleja de forma certera la vida en la Unión Soviética, en especial porque yo no la viví, tampoco aparecen figuras verdaderas en la historia.

En otras palabras el mundo de Belial es un mundo ficticio con aires de encontrarse en Rusia.

Sin embargo algo que sí es muy real es la maldad presente en la novela, una maldad que no se limitaba a la de la Guerra Fría sino que se extiende hasta nuestros días, presente en este momento y efectuándose no muy lejos de donde te encuentras.

Y sin embargo la maldad que conoces no es real.

Estamos acostumbrados a ver al mundo en forma dicotómica: frío y calor, arriba y abajo, bueno y malo. Tendemos a buscar un opuesto a los fenómenos que presenciamos y, en caso de encontrarlo, nos sentimos tranquilos pues lo entendemos, o creemos entenderlo pues es más sencillo comprender algo por su efecto y por el opuesto a su efecto.

En este sentido estamos entrenados a ver la maldad desde un punto de vista objetivo, como algo ajeno, externo, diabólico; a la mayoría de nosotros se nos ha explicado el mal en la apariencia de un ser rojo, con cuernos y tridente, o sea el Diablo, como opuesto a las características divinas de amor, sacrificio y humildad que, en teoría, se han adjudicado a la imagen de Dios.

En otras palabras estamos educados para creer que el mal no es algo nuestro sino una influencia provocada por un ser maldito que quiere, se excita y posiblemente se masturba con cada vez que devuelves un VHS al Blockbuster sin retroceder la cinta (chiste noventero).

Pero la maldad no es así, la maldad no viene de una influencia externa y diabólica, nada tiene que ver con poderes que no podemos comprender ni con una guerra ficticia entre el bien y el mal. No, el mal que conoces no existe, y sin embargo sus efectos y sentimientos son muy reales y mucho más que eso, son naturales y están dentro de ti.

El mal es aquello primitivo que conservamos.

El mal es la colocación de uno mismo, de sus intereses, por encima de los de los demás; es la búsqueda de la propia satisfacción sin importar las consecuencias que otros habrían de sufrir en esa búsqueda, una búsqueda que muchas veces es destructiva para otros.

Esa es la verdadera maldad, y como vez no es tan mala como parece.

La maldad la podemos relacionar en nuestro mundo humano, adulto-céntrico y occidentalizado con las conductas ilegales e inmorales. Si bien es cierto que no todo lo legal es bueno, también es cierto que una buena parte de las conductas tipificadas como delictivas no tienden al bien común y so fácilmente consideradas como malas.

Matar, robar, violar, extorsionar, defraudar; todas ellas son conductas ilegales y “malvadas” que pretendemos evitar, y que suelen presentarse de todos modos en la naturaleza.

Si bien el fraude y la extorsión son conductas netamente humanas; matar, robar y violar; la tríada de la maldad, son conductas que se presentan en todos los seres vivos de una u otra forma y que no tienen maldad en sí, obedecen a instintos, obedecen a deseos y se rigen por el poder.

Un perro que le roba las croquetas a otro no es malo, un perro que mata a otro no es malo, un perro que somete sexualmente a otro no es malo, es sólo un perro, actúa como perro y vive su vida como perro (amo a los perros).

Ese perro, posiblemente satánico y videojugador según Donald Trump, sólo obedece a sus más simples instintos de preservación, robar, matar o, a falta de una mejor palabra, “violar”, sirve a su propósito de asegurar su supervivencia, tiene un fin muy lógico, mantenerse con vida; y sus capacidades de llevar a cabo tales acciones que garanticen su supervivencia se rigen por una cosa, su propio poder, su propia fuerza; ese perro sólo podrá hacer esas acciones siempre y cuando sea más poderoso que aquellos a los que le realiza tales acciones.

Si el perro es pequeño, es débil, es lento, sus esfuerzos por llevar a cabo las acciones que garanticen su supervivencia serán probablemente infructuosos al llevarlos a cabo en contra de otro perro, cuyas características le implican una mayor fortaleza. El poder del perro es lo que le posibilita subsistir mediante acciones que, a nuestros ojos, son malvadas.

El mal es el instinto, es lo animal en nosotros. Ser humanos nos ha humanizado, con ello lo instintivo, lo animal, es sometido por el poder de la moral, tachado como malvado a fin de bloquearlo y prohibirlo, eliminando con ello las acciones que tienen a nuestra supervivencia y bienestar y limitándolas a fin de que sigan un criterio considerado como legal.

Y qué bueno que ocurre de ese modo pues, si no fuera por ello, muchos quizá no estaríamos vivos y escribiendo estas palabras, o quizá en vez de dedicarnos al pensamiento, a la filosofía, al arte; hubiésemos tenido que darle duro al gym para defendernos de posibles ataques.

Ese mal y su regidor, el poder, es la base de inspiración de Belial. En mi novela seguimos la vida de un niño llamado Gotnov, a quien viste en El Programa GAMER haciendo maldades. Gotnov es un niño muy animal, muy instintivo, quien además tiene el poder para llevar a cabo esos instintos, para procurarse el placer y bienestar que desea. Gotnov es una bestia en un mundo de hombres, una bestia que no puede ser domada, no puede ser humanizada. Gotnov es un demonio entre los otros por ser más natural que los demás.

No hay maldad diabólica en Gotnov, no hay trastornos, no hay locura, no hay gusto por el dolor; Gotnov es un ser que sólo se obedece a sí mismo y que tiene el poder para satisfacerse, por ello es malvado a los ojos de los demás, por ello intentarán domarlo, castigarlo, utilizarlo. Por ello te recomiendo que leas Belial, disponible en formato físico y digital a través de Amazon.

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