Soy fan de las películas de zombies desde que vi Return of the Living Dead 2 siendo niño, esa película me causó pesadillas en su momento pero también despertó una gran fascinación por el concepto de muertos vivientes, así inició mi búsqueda por esas películas.
Sin embargo mi atención al género de zombies coincidió con la gran caída de estos monstruos en el gusto popular pues durante toda mi infancia y adolescencia las películas de zombies fueron un género totalmente de nicho, difíciles de conseguir para un adolescente. Las que salían llegaban directamente a video y era necesario aventarse un clavado a la sección de horror de los videoclubs pirata para encontrar alguna de esas películas, usualmente muy viejas.

Pero a inicios del 2000 el género de zombies revivió súbitamente y alcanzó muchísima popularidad, al grado de hartar a la fanaticada. Ese regreso considero que fue a causa de dos películas: 28 Days Later y Resident Evil; la primera por sus buenas críticas, la segunda por su factor comercial.

Así es que las películas de zombies regresaron y, por un buen rato, se volvieron el centro de atención.
Pero algo estaba mal, algo que yo notaba, y era que las películas de zombies que salían no eran como las que yo recordaba.
28 Days Later es uno de los grandes responsables del resurgimiento del género pero también sentó muchos de los vicios que las películas de zombies siguen religiosamente: Zombies que corren y zombies que gruñen.
Cuando 28 Days Later salió, esos elementos fueron novedosos, entretenidos, más aún cuando realmente las criaturas no eran zombies así que medio se justificaba su accionar; pero después de esa película casi toda cinta de zombies cayó en la imitación y, de pronto, todo muerto reanimado corría y gruñía.
Algunas personas comentaban que eso los hacía más terroríficos porque los zombies clásicos eran lentos y tontos, pero yo siempre pensé que se equivocaban, que el ser lentos y tontos era parte del terror que provocaban.
El núcleo de los zombies es que cada uno de ellos alguna vez fue una persona normal, alguien que vivió, que amó, que sufrió, incluso alguien que murió atemorizado por otros zombies; en otras palabras, un zombie es en el fondo una persona y lo que atemoriza no es lo amenazante que pueda ser sino el terrible destino que es el estar permanentemente pudriéndose, el no morir completamente.

El zombie clásico, como lo manejó George A. Romero en su trilogía original, es muy humano, suena como humano, se mueve como humano, incluso se ve muy humano; ese zombie aún pretende hacer cosas que hacía estando vivo y lleva una vestimenta que cuenta la historia de lo que ese zombie hacía antes de morir:
Quizá era un niño que jugaba al béisbol antes de ser mordido, una novia en medio de su boda, un policía, un médico; cada zombie fue un ser humano antes de ser un cadáver reanimado y cada zombie conserva algo de esa humanidad.
Por ello los zombies deben ser únicos entre sí, tener características especiales del contexto en que murieron, ser identificables y tener conductas que reflejen su perdida humanidad.
Un zombie es anatómicamente humano y simplemente sus funciones están deterioradas por el morir; por eso correr debería resultar imposible a causa del rigor mortiz y principalmente por la falta de coordinación requerida para mantener el equilibrio. Para correr una persona necesita equilibrar su peso y moverse de modo que maximice su velocidad, algo que es difícil, tanto que los niños tardan años en lograrlo e incluso existimos adultos que no corremos bien.

El movimiento del zombie entonces debe obedecer a esa limitante corporal, no cuenta con la capacidad de correr porque no tiene la inteligencia para compensar la pérdida de equilibrio ni la fuerza muscular para impulsarse; el zombie entonces debería INTENTAR correr pero ser incapaz de lograrlo, incluso SUFRIR por no poder hacerlo, el intento de correr debería causarle algún daño o lesión que dé la impresión de una persona que sufre.
Más importante aún es el gemido de los zombies, un elemento que ha caído malamente en desuso y que es tan importante como el que no puedan correr.
En las cintas actuales de zombies como Dawn of the Dead de Zack Snyder, Guerra Mundial Z o la serie The Walking Dead, los zombies emiten sonidos nada humanos sino más similares a rugidos de animales o gruñidos de algún felino grande, y no sé tú pero yo no escucho a la gente emitir esos sonidos, nuestras laringes no dan para ese tipo de entonación.

Un zombie tiene los mismos órganos que nosotros usamos para hablar y por ello debería ser capaz de emitir sonidos como los que nosotros hacemos, sin embargo carecería de la capacidad de articular el viento que pasa por sus cuerdas vocales, las que además están rígidas y dañadas. El sonido que el zombie debería emitir sería entonces humano pero sin humanidad, sin sentido, o sea un gemido.
El gemido del zombie es un lamento, un dolor; las personas lo hacemos cuando sentimos dolor (u otra cosa jeje), implica un intento fallido de comunicar una sensación. El lamento del zombie es el sufrimiento de lo humano que hay dentro del cadáver reanimado, es un intento de comunicación entorpecido por la decadencia, por la podredumbre, es tristeza.
Si bien posiblemente el zombie en sí mismo no sufre, la impresión que le daría a los seres vivos es el de alguien que sufre un gran dolor. Su rostro deformado, su piel reseca, llena de heridas, su movimiento torpe, cayéndose, sus sonidos de lamentos; todo ello lleva a dar la imagen de un ser que vive un terrible sufrimiento.

¡Y eso es lo terrorífico! ¡Ese es el destino que nos espera! El zombie causa temor no porque te pueda matar sino porque no podrás escapar por siempre. No importa que sea lento o torpe, el destino de sufrimiento, de pudrirte lentamente, siempre estará latente.
Los zombies son más que una amenaza a la vida, son una amenaza a la muerte. Su terror está en ver dentro de ellos lo que somos nosotros y el terrible futuro que nos espera. Son un cambio a la manera de vernos, una limitante de lo que nos gusta hacer. Su presencia nos encierra en refugios en vida y en cuerpos fallecidos en la muerte. El terror del zombie depende de su humanidad y eso es algo que la modernidad les ha quitado, convirtiéndolos más bien en animales depredadores y ya no en seres que sufren su condición.
Nunca un zombie será más peligroso que un hombre lobo, que un vampiro, que un demonio; el zombie no depende de sí mismo para causar temor sino de lo inescapable del destino que nos espera. George A. Romero lo sabía en su trilogía original y no dejaba de mostrar que los zombies son nosotros y que nosotros somos ellos, retrataba a los zombies como seres que una vez estuvieron vivos, con un pasado, seres que muestran aún algunas emociones humanas pero que no pueden evitar lo que hacen. El zombie real es un ser que sufre y sus lamentos eternos durante la noche tranquila es lo que no te dejará dormir; no es el temor a que entren a tu casa sino el simple hecho de saber que están ahí afuera, de escuchar sus lamentos, sus pasos torpes, saber que aquel bote de basura que cayó al suelo posiblemente fue porque uno de ellos, quizá anteriormente alguien que conocías, deambula por la noche, sin futuro, sin escape, sólo sufriendo.

Y principalmente saber que posiblemente acabarás así, y eso es lo que más miedo te da.
Por eso los zombies ya no asustan como antes, porque les arrebataron su humanidad en las películas de hoy.
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