No tengo intenciones de que este texto llegue a ti pese a que es a ti a quien va dirigido, quedaste fuera de mi vida por mi propia elección pero no puedo evitar pensar que era algo que tú querías que pasara y que todo lo que sucedió fue para llegar a ello.
Sí, estoy muy enojado, me decepcionaste, y es que di mucho por ti; tal vez no haya sido mucho en comparación con otras personas pero te di todo lo que tenía, y sabes bien que no era mucho. Al no tener la capacidad de darte todo lo que hubiera querido tuve que entregarte lo único que tenía, me entregué yo, por eso estoy tan enojado.
Ya me habías decepcionado antes pero quisiste una segunda oportunidad, juraste que habías cambiado en los últimos años que pasamos alejados; pese a que traté de entender nuestro primer rompimiento como algo que los dos causamos (y que sigo creyendo que ambos tuvimos responsabilidad) tú me juraste que la culpa había sido sólo tuya, que no me supiste valorar y que querías volverlo a intentar. Me dijiste que ya no querías más problemas, que conmigo todo era tan fácil y seguro, que a tus parejas siguientes las comparabas conmigo. No fue inmediato pero con el tiempo las cosas en mi mundo se acomodaron de tal modo que, sabiendo lo que tú deseabas, te mandé una señal para hacerte saber que estaba dispuesto a intentar si así lo querías aún, señal que captaste de inmediato y que me hiciste saber que tus sentimientos hacia mí no habían cambiado, que aún querías volver. Y lo hicimos.
Y por un tiempo fue muy bonito, debo decir que lo que más me gustó fue que me hiciste sentir amado, cosa que no me había sucedido antes (ni siquiera contigo en aquella, nuestra primera etapa) y déjame decirte que eso me llevó a que de verdad te amé… por un tiempo. Pensaba en ti, trataba de tenerte feliz.
Pero las cosas retornaron al lugar donde nos habíamos quedado casi tres años atrás. Me di cuenta que eras la misma persona de antes, pero no creas que te lo echo en cara o que lo reclamo, yo también seguía siendo el mismo. Poco a poco nos fuimos alejando, las cosas que hacías que me hacían sentir que me amabas… dejaste de hacerlas; sí, aún me decías ”te amo”, aún nos dábamos las buenas noches antes de dormir y los buenos días al despertar pero ya no parecía que ese sentimiento lo tuvieras. Poco a poco te volviste más fría, distante, me lastimabas con tus palabras una y otra vez, con comentarios de doble intención. Yo me quedaba callado, esperando el momento en que estuvieras abierta al diálogo, para tratar de solucionar lo que fuese que nos alejó.
Ese momento nunca llegó y lo sabes, tuve que hacerlo por mi cuenta una noche que, regresando del cine, me acerqué a ti en la puerta de tu casa y te pregunté si algo estaba mal. Nunca me dijiste que pasaba e incluso te molestaste conmigo, cerrándome la puerta, despidiéndote de mí como si fuera un vecino que no te agradaba y con el que sólo querías ser cordial; ahí fue donde lo que yo sentía por ti comenzó a morir.
Hubo muchos indicadores de que algo no estaba bien en nuestra relación pero como no lo querías hablar no pude saber cuánto de eso estaba a mi alcance para solucionar. Mi mente, tan distraída con pensamientos y con cientos de cosas que deseaba hacer, comenzaba a hacer conjeturas, a analizarte, a buscar en cada conducta tuya, en cada comentario, algo que me dijera lo que pudiera estar pasando. Ideas me hice muchas, certezas, ninguna; pues nunca quisiste hablarlo.
Con el tiempo las cosas levantaron un poco pero nunca volvieron a esos primeros dos meses donde me enamoré de ti. Nuestra relación se me figuraba la de un matrimonio de muchos años, cansados el uno del otro, lo que a nuestra edad y con el tiempo que llevábamos juntos era un mal augurio.
Así pasaron los días, las semanas y los meses; había días buenos que se intercalaban con otros que no lo eran tanto; poco a poco estos últimos comenzaron a ser más dominantes de modo que los días buenos eran escasos, uno o dos al mes cuando mucho.
Y así seguíamos, yo buscando cómo llegar a ti, como rescatar lo bueno que teníamos, y tú… a ti no parecía importarte, vivías el momento y yo sabía que a ese ritmo no podríamos hacer mucho.
Me hiciste muchas cosas que, si bien no se pueden decir que sean malas, no fueron buenas tampoco: amenazaste con dejarme si tomaba un trabajo, me platicaste de un ex novio que volvió a buscarte, hiciste un comentario al aire, quizá tratando de que fuera en broma, de que alguien más se te “propondría”. Nada de eso lo hablé contigo, sólo lo recibí, me dolió y me hice de más ideas.
Y aún así continuábamos pero cada vez de peor manera. Nunca discutíamos pero tampoco hablábamos, nuestra relación se limitaba a ir a ver una película o ver un programa de tv, situaciones en las que no nos decíamos casi palabra alguna. Y yo me trataba con miedo de acercar, de tomarte la mano (al notar que tú ya casi no tomabas la mía), de abrazarte. Me recibías la mano pero la retirabas al poco tiempo, recibías mis besos pero te limpiabas después, cuando tú me besabas eran besos rápidos, “por compromiso” a mi manera de ver (y sentir).
Las cosas no estaban bien y yo ya no era feliz, y creo que tú tampoco; nunca me lo dijiste (no teníamos mucho diálogo, ¿recuerdas?) pero tu actitud no podía ser la de alguien que estuviese a gusto con la persona con la que estaba, eran sólo conjeturas pero fue eso lo único que me diste durante nuestra relación.
Y así llegó el día en que hiciste eso, que quizá fue inocente, quizá no tenías una mala intención (y sólo quizá pues, como dije, no teníamos buena comunicación) pero que era fácil que supusieras que yo no lo iba a ver bien, tan fácil como que tú me lo impediste tiempo atrás y yo, respetando tu lugar en nuestra relación, cedí para que estuvieras feliz. Nunca te grité (y lo sabes) ni siquiera cuando te respondía tus mensajes diciéndote que no me sentía cómodo así; tú no los leías por lo que te tuve que llamar y, nuevamente sin levantarte la voz, te dije que no me sentía a gusto. Tu respuesta fue muy fría: “Ok, ya lo dijiste” o algo así. Como no quedó claro lo que sucedía tuve que preguntar y, muy honestamente, eso sí, me dijiste que ya estabas en eso que yo no sentía correcto, eso a sabiendas de mi postura. Respiré profundo y te dije que entonces tendríamos que platicarlo al día siguiente, tú respondiste de una forma que no dejó lugar a dudas de tu intención conmigo “mejor en un rato más”. Y así, por teléfono, todas las frases de “te amo” que me dijiste las olvidaste.
Tu reacción fue muy tranquila, en tu voz no hubo temor ni dudas; sabías a lo que ibas, sabías lo que podía pasar, o al menos eso supongo pues casi no hablábamos (¿lo mencioné antes?). No es que quisiera que lloraras o que suplicaras que lo intentásemos de nuevo, estaba consciente que nuestra relación no iba a ningún lado, pero al menos una palabra de aliento, un “lo siento”, un “gracias por todo”, algo que me indicara que lo nuestro había sido importante para ti, que aunque sí lo decías, al parecer no lo sentías.
Yo me entregué a ti de una forma que no lo había hecho (ni siquiera contigo en nuestra primera etapa), me arriesgué contigo sabiendo que el peligro de que me lastimaras era grande (pues ya nos conocíamos). Y sí, por un momento sí te amé, y mi familia y amigos lo pueden corroborar. Dejé muchas cosas por ti, a mis mencionados amigos, mi personalidad, mis intereses; siempre te tuve como prioridad. Cedí ante tus gustos o disgustos y siempre que podía trataba de complacerte, me hice cada vez menos contigo, tenía que reprimirme para tenerte contenta. No podía casi ni hablar pues lo que dijera te molestaba o me respondías con un “no me interesa”.
Me duele que termináramos así, por teléfono y casi sin hablar (nuestra conversación no habrá durado más de dos o tres minutos creo yo). Sé que era inevitable, sé que no estábamos hechos el uno para el otro, pero esperaba más de ti; no lágrimas, no súplicas, nunca fue eso lo que yo quería, sólo esperaba que me dijeras “gracias” al final, gracias por haberte puesto como lo más importante de mi vida el poco tiempo que estuvimos juntos.
Esta carta es más para mí, para expresar la molestia que siento, para dejar ir. Estoy muy enojado contigo por cómo sucedieron las cosas al final, créeme cuando te digo que hubiera querido terminar, si no como amigos, sí en buen término, deseándonos lo mejor para el futuro de modo que, cuando en algunos días, semanas, meses o años, nos encontremos en la calle por casualidad, pudiéramos saludarnos con una sonrisa sincera y nos despidamos afectuosamente.
Yo te agradezco las cosas buenas que vivimos y, si es que alguna vez lees esto, quiero que sepas que yo siempre fui serio contigo, que en ningún momento estuve jugando, siempre te respeté, respeté nuestra relación y me juré hacerte feliz el tiempo que estuviésemos juntos. Que hubo un período, cuando me enamoré de ti, que sí consideré la posibilidad de una vida contigo, de formar una familia tú y yo.
En este momento sigo enojado (la carta no funciona) por lo que no te puedo decir de corazón “buena suerte”. Soy sincero, odio mentir, no te deseo en este momento lo mejor, pero lucharé para dejar ir este enojo que me hace tanto daño. Sé que pronto estarás con alguien más (y creo saber con quién); y sé que te darás cuenta de que lo que tuviste conmigo no lo vas a encontrar de nuevo. Otra cosa que sé es que tú y yo no congeniamos, no estamos indicados para estar juntos y que no lo volveremos a intentar.
No soy nadie especial en la vida, no soy un ganador, mi futuro puede que no sea el más brillante; tal vez en este momento la idea de haberme perdido no te resulta en algo tan grave al imaginar cómo hubiera sido nuestra vida juntos, y en muchos aspectos quizá habrás tenido razón. Pero sí te puedo asegurar que, si lo nuestro hubiera funcionado, si hubiésemos podido superar juntos esas dificultades que nos alejaron y que no pudimos dialogar hubiera dedicado mi vida a tu felicidad. Somos pocos los hombres que estamos dispuestos a morir por lo que amamos, y hubo un breve momento en que yo lo hubiera hecho por ti.
Gracias por todos los buenos momentos que pasamos juntos, te aseguro que muchos de ellos jamás los olvidaré. Gracias y adiós.
Animo, mujeres van y vienen, y más jovenes 😉
pero igual duele
que parte de «chancla aventada, no la vuelvo a recoger» no entendiste?? si no funciono una vez, las posibilidades de que funcione otra vez son cercanas a 0. yo estuve en una relación similar, donde la otra parte no hablaba nada y nunca decía cuando andaba enojado, y entiendo que puede ser muy frustrante. Animo y hay que seguirle
Tambien está el dicho de «No hay peor lucha que la que no se hace»
Y bueno, las posibilidades de éxito eran bajas pero no nulas, se hizo lo que se pudo y di todo de mi (y no, no habloo de Nintendo, con esos si no vuelvo ni volveré)
en este caso si hubiera sido mejor no hacerla :V y sip entiendo uno a veces da oportunidades cuando la gente no las merece y el único jodido y lastimado es uno mismo. espero que tu periodo de recuperación no sea demasiado prolongado. Yo por eso ya mejor acepete que seré 4ever alone 😀