Al momento de escribir el presente artículo seguimos todos inmersos en esta contingencia a causa del Covid-19. No podemos salir de casa y los negocios están cerrados. Uno de nuestros lugares favoritos para visitar siempre ha sido el cine y de momento no podemos ir. Así que me siento nostálgico.
Yo te pregunto: ¿a poco no es muy bonito ir al cine? (Música de inicio de monólogo de Otro Rollo).
Existen algunas personas que piensan que ir al cine es pagar un boleto sumamente elevado a cambio de ver una película que después estará gratis en la televisión; a esas personas las escupo en la cara: ¡No es cierto! Ir al cine no involucra únicamente el hecho de ver una película, todo el contexto de ir al cine produce muchísimo placer en multitud de niveles.

Incluso desde mucho antes de ir al cine está otro elemento de sumo placer que va íntimamente relacionado, ir al cine es un evento social, involucra la relación entre dos o más personas. No amiguitos, ir al cine no se trata de sentarse en silencio a ver una película a oscuras, involucra una serie de factores que van más allá de la cinta y mueven todo un aparato psíquico de sentimientos, afectos, emociones y posibilidades.
Así es, el cine es algo que la mayoría de nosotros no hacemos solos (aunque existe cada loco de 1.90 y pelo rizado que lo hace), cuando vamos al cine vamos acompañados, ya sea por amigos o, mejor aún, en una cita.
El primer caso es disfrutable, los amigos son divertidos, por eso los tenemos. Ir al cine con amigos/as es una extensión más de las actividades que con ellos y ellas… (Sigh. Por cuestiones de flojera no usaré lenguaje inclusivo, ya sabes que hablo de amigos y amigas) podemos hacer. Ir con ellos implica risas, babosadas, tonterías y la comodidad de que puedes meter golosinas de contrabando y tendrás bolsillos adicionales en dónde ocultar tus cacahuates de Del Sol. Salir de la película y platicar de la misma con ellos, sabiendo que seguramente todos tenían similar interés en verla (por algo son amigos) puede llevarnos a diálogos muy profundos (y hasta violentos… Spiderman Homecoming) con esos amigos que nos acompañaron. Es una experiencia bonita pero, seamos honestos, principalmente vamos al cine pensando en ir de cita.
El cine es un ambiente socialmente vinculado a la relación amorosa, al ligue, al momento en que dos personas, con algún interés de por medio, pueden estar relativamente a solas; y es que aunque el cine es abierto al público y te encuentras acompañado por decenas de personas, éstas también van en pareja por lo que, pese a la compañía, todos entendemos que estamos ahí en un ambiente mayormente de a dos, así nadie se mete en los asuntos de otro.

Así se convierte en un buen lugar para conocer a alguien nuevo, sin tanto riesgo de ser secuestrados pues hay mucha gente alrededor. Además el cine mantiene un ambiente elegante, limpio (no siempre), y sus precios, aunque elevados para lo que ofrecen a nivel material, son bastante accesibles para los bolsillos de casi todos.
Pocas personas hay tan pobres que no puedan darse el lujo de ir alguna vez al cine. Sale más barato que ir a cenar.
Cuando recién sales con una persona, el cine es un lugar donde podrán coincidir, platicar un momento, comer algo sabroso y ver una película, todo por un precio relativamente bajo, en un ambiente cómodo y seguro.
Pero dirás: “Durante la película no puedes hablar, ¿cómo vas a conocer a alguien así?” Cierto, existe un período prolongado donde no se habla… No con la boca al menos.
Y es que estar sentado en las butacas del cine también dice algo. Te encuentras en un ambiente bastante íntimo, a oscuras, donde sólo escuchas con claridad a la persona inmediatamente al lado. Te sientas junto a la persona con quien fuiste y, mágicamente, sólo están ustedes dos. No importa que haya personas por doquier, sólo hablarán entre ustedes, no habrá interrupciones, la oscuridad impedirá postrar la mirada en otros sitios. El ambiente se vuelve entonces muy personal.

Al estar sentados de ese modo se encuentran hombro con hombro, cerca, tocándose incluso (mientras más barata la entrada menor el espacio). Esa fricción entre ambos es erótica, es placentera. No olvides que, en teoría, estás en una cita con alguien que te atrae. Ese contacto te dice las posibilidades, se trata de una cercanía que no encuentras en otro lado, al menos no en las primeras salidas.
Y las golosinas. Mundialmente famosas son las palomitas del cine, su olor te llega desde que te acercas al lugar y te invita a pasar, te despierta recuerdos de momentos agradables de tu pasado. Las palomitas vienen en una caja grande… UNA caja grande.
Piénsalo, son dos de ustedes y sólo una caja enorme de la cual ambos habrán de comer. Sólo uno de los dos puede sostenerla pero ambos habrán de comer. Eso implica el “ingresar” en el territorio de la otra persona, una invasión aceptada sin importar la condición con la que hayan llegado antes. En el mundo exterior pasar la mano sobre el regazo de una persona sería un delito, en el cine es lo esperado.

Alcanzar las palomitas te lleva a acercarte incluso más a esa persona que te atrae y que por ello fuiste en primer lugar, habrá un roce, un contacto; ambos olerán la esencia del otro (por eso nos ponemos algún perfume) mezclada con palomitas claro. Ocasionalmente las manos de los dos van a coincidir, se tocarán (créeme, ocurre) y entre el nervio y el riesgo de una eyaculación no pronosticada, sentirás que estás en el cielo.
Por eso no venden las palomitas en paquetes individuales, saben que vamos al cine en un ambiente íntimo, con una esperanza de contacto físico. Si la persona con quien vas sugiere que mejor compren dos canastitas pequeñas en vez de una grande, pues no habrá segunda cita.
El cine también tiene un ambiente frío, y si vives en una zona calurosa como yo, eso significa que llegarás con ropa de calor. Estando en la sala les dará frío y eso puede conllevar a una sensación de vulnerabilidad que nos coloca más cercanos a esa otra persona que nos acompaña. Entre las palomitas al tiempo, la coca con hielos y los nachos con queso ya frío, súbitamente la única fuente de calor confiable es la persona a tu lado; inconscientemente buscarás ese calor, te acercarás; ese calor sensual, erótico, placentero que emana de la persona que representa la posibilidad.

Ambos saben que, al menos durante la película, no deben hablar, y si hablan tendrán que hacerlo en voz baja, al oído; eso implica más acercamiento, el intercambio de aliento, de calor. Cualquier comentario puede ser sólo una excusa para acercarse, eso lo sabes, eso te motiva a estar ahí. Te mantienes al pendiente para decir algo y esperando tu acompañante diga algo, es la oportunidad.
Muchos vamos al cine de noche, eso implica, nuevamente, un grado de privacidad e intimidad. Si ambos llegaron en el mismo auto, estarán a solas un momento ahí, platicarán de la película, de lo que les pareció. Se da la oportunidad de “llevar” o “ser llevado” por esa otra persona. Ese momento también implica altos grados de eroticidad pues, sin importar la situación, habrá una despedida.
Amigo… La despedida; que momento tan sexy e incómodo a la vez.

Básicamente ir al cine es como tener sexo sin tocarse; acabas de pasar un momento íntimo con alguien, un momento a solas, recluidos entre ustedes; se olieron, se tocaron: ¿Ahora qué? Tenemos que ir a casa (evidentemente no vamos a c.ger); la despedida es el momento cumbre donde puedes intuir si habrá una segunda cita.
Será un momento incómodo: ¿la besas, abrazas, se dan la mano? ¿Cuánto debe durar, dónde debo besar? Habrá un momento de silencio, de duda, quizá de incomodidad, pero, si las cosas fueron bien para ambos, créeme que será una incomodidad placentera. Ambos están ahí por lo mismo, ambos tienen la misma duda. Ese momento es por el que fueron, por esa electricidad que se está incrementando entre ustedes.
Claro que podría no pasar nada, quizá no se cayeron bien, quizá no hubo atracción; en ese caso el cine no habrá sido particularmente especial o agradable, y claro que no habrá una segunda cita, ya sea de tu parte o de la otra persona, alguna excusa habrá para no volverse a ver jamás. Pero cuando sí nos va bien, eso cimenta en nuestra memoria todo lo hermoso que es ir al cine.
También van al cine parejas previamente establecidas (posiblemente después de haber vivido lo anterior en el cine), eso es una experiencia diferente pero también es disfrutable; a la vez que se pierde el nervio de la respuesta, se tiene la tranquilidad de ser como realmente se es; para una pareja establecida el cine es un momento en que se pueden abrazar con tranquilidad, compartir la comida sin complicaciones y tener una despedida mucho menos incómoda. Existen personas que sienten que la pérdida del nervio es indicativo de falta de interés, sin embargo yo te digo que eso no es así, la pérdida del nervio implica que el riesgo de pérdida se ha disminuido y el cerebro deja de emitir la señal que nos pone en estado de estrés; eso se manifiesta con comodidad, relajación; quizá olvidamos la loción o no nos ponemos nuestra mejor ropa. Algunos no disfrutan esa fase pero a mí me encanta, es lo que yo llamo: “El cine fácil”.

Te darás cuenta que la película ha quedado en segundo o tercer término, es realmente sólo una excusa para convivir con alguna persona. No vamos al cine a ver la película (aunque finalmente la veamos y la disfrutemos), vamos a vivir una experiencia de interacción con alguien que nos interesa, a sentir la emoción de lo que puede ser. Es ese afecto lo que convierte al cine en algo especial, no se trata únicamente de la película, ni de los asientos ni de las palomitas, sino todo en su conjunto con el ingrediente secreto, las personas; porque al cine vamos con personas que son importantes para nosotros.
Es por eso que el olor a palomitas nos despierta esa nostalgia, porque es un estímulo asociado con el placer, el placer de vivir la experiencia del cine. Por eso ya no aguanto las ganas de regresar a la sala con una persona que sea especial y volver a sentir todo eso que hace que ame ir al cine.
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